La metilcelulosa en la industria alimentaria.

7 Jul 2025

La metilcelulosa es un derivado de la celulosa con múltiples aplicaciones tecnológicas en el sector alimentario. Actúa como gelificante, espesante, emulsionante, estabilizante y formadora de películas. Su interés proviene de su comportamiento único, pues, al contrario que muchos hidrocoloides, es soluble en agua fría, pero insoluble en agua caliente. Esta propiedad le permite formar geles reversibles por calentamiento-enfriamiento y es útil en aplicaciones que requieren estabilidad estructural al calentamiento.

Desde el punto de vista químico, la metilcelulosa es un éter de celulosa en el que grupos metilo reemplazan parcialmente los grupos hidroxilo de la celulosa nativa. Existen distintos tipos que proporcionan diferentes viscosidades y poder gelificante. Estas propiedades son directamente proporcionales al peso molecular y al grado de sustitución (metilación) de la molécula.

Es un aditivo alimentario autorizado con el número (E-461). La normativa alimentaria de la Unión Europea autoriza su uso en numerosos alimentos sin limitación de dosis. No se le asigna una ingesta diaria admisible (IDA) específica debido a su bajo nivel de toxicidad y a que no se absorbe en el tracto gastrointestinal. Se considera una fibra dietética funcional, aunque con efecto prebiótico limitado.

En productos cárnicos y análogos vegetales, como hamburguesas, productos veganos o plant-based, la metilcelulosa se emplea para imitar las propiedades de cohesión y jugosidad de las proteínas animales. Su gelificación por calor permite que el producto mantenga su forma durante la cocción, mientras que su capacidad para retener agua mejora la textura y evita el resecamiento. En estos contextos, se considera un ingrediente clave para el desarrollo de alternativas cárnicas que ofrezcan una experiencia organoléptica cercana a la carne auténtica.

En productos de panadería, la metilcelulosa actúa como agente humectante y estabilizador de estructura. En formulaciones sin gluten, compensa la ausencia de redes proteicas del gluten aportando cohesión a la miga y mejorando el volumen del producto. Además, su capacidad humectante ayuda a prolongar la frescura del pan, reduciendo el endurecimiento durante el almacenamiento.

En productos lácteos tales como yogures y postres vegetales, se utiliza para aportar cremosidad, mejorar la viscosidad y estabilizar emulsiones. A diferencia de otras gomas, la metilcelulosa tiene una viscosidad muy controlable y reproducible, lo que la hace adecuada para matrices sensibles como las bebidas enriquecidas o fermentadas. También se emplea en helados y postres congelados para evitar la formación de cristales de hielo, actuando como agente crioprotector.

En alimentos fritos, como croquetas, snacks o aperitivos rebozados, la metilcelulosa aplicada a la capa superficial o el rebozado puede formar una barrera durante la fritura que reduce la absorción de aceite. Esta propiedad se explota especialmente en productos dirigidos a consumidores que buscan reducir la ingesta calórica.

En resumen, la metilcelulosa constituye una herramienta tecnológica fundamental para la formulación de alimentos innovadores, seguros y sensorialmente aceptables. Su comportamiento térmico único, capacidad estructural y versatilidad funcional la hacen imprescindible en determinadas categorías de alimentos.